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Poemas de la tierra
Edición de Martha L. Canfield
LietoColle, 2014
(Nuova edizione – Collana blu)





Dalla quarta

Con el último poema se cierra el ciclo y parece que la lección hubiera sido aprendida: “Es como si tuviera que volver a empezar”. Pero ahora empezar significa empezar una vida nueva, en sintonía con lo que creíamos perdido y que – según acabamos de descubrir – es justamente aquello por lo que de verdad vale la pena vivir:

      Volverse más pequeños
      para dormir en los nidos de los pájaros
      más ágiles para treparse a los árboles
      más livianos para tenderse en las ramas
      para después podarlas y recoger los frutos.
      Más delgados para pasar
      entre las rejas de los portones.
Tal vez ahora será posible aspirar a lo que antes, en la vida frenética y mecanizada, parecía utópico: aspirar a un pensamiento calmo y puro. Es con este propósito y con este augurio que se cierran los Poemas de la tierra y a ese augurio adhiere el lector, íntimamente conquistado.


5 POEMAS DE LA TIERRA

 

  *

Claro que no discuto, ¿y luego qué haría?
Pero mientras tanto renuevo la casa
me traslado
a una esquina de la calle.
Sí, me mudo fuera de la ciudad
a lo mejor a un bosque
me establezco en una encina hueca.

Un mundo reforzado con vitaminas y sales minerales
por cierto más seguro a causa de las alarmas
las puertas blindadas, los portones herméticos
con seguros y candados
por la libertad encerrada en caja fuerte
en espera de tiempos mejores
de un nuevo equilibrio perfecto.

No voy a sentir la necesidad
de tener una parte de todo.
Tendré poco y ese poco me va a alcanzar,
no voy a apurarme a consumirlo.
No voy a usar muletas ni apoyos
dejaré la puerta de par en par abierta
y voy a ser feliz recibiendo huéspedes y amigos.

Total la lluvia borrará las huellas
y será imposible volver a atrás.


*

Limitarse a poco, susurras
y yo enseguida pienso: comas
sí, a lo mejor cada tanto
un lindo punto.
Excavar
una zanja de desagüe
un pozo
para el agua de la lluvia
poner un palo derecho
para sostener
el albaricoquero joven
y el tiempo que pasa
numerarlo
medirlo
sin mejorarlo en nada.

En tus manos
hay un sol
no muy luminoso
pero sí claro y necesario
que tranquilo se duerme
entre su luz opaca.

No agregas nada
ya pones en marcha
corres a dar al viñedo
el agua cobriza.


*

Lo aclaro con un ejemplo
mira, te digo
estas manos están llenas de rasguños
han arrancado las espinas
la hierba mala del campo
por el monte escarpado
lo han hecho
aunque al volver
todo se encuentre como antes
la maleza ya está alta
e incluso más tupida.

Entonces no hablas más
bajas la mirada azul
abres con los ojos
un hoyo que se va
directamente al cielo.

Con los pies en el aire
y el mentón hacia arriba
miro y admiro
la luminosa simplicidad
de tu pensamiento.


*

Cierto, te alcanzo a fines de agosto
y ya en tu mirada leo
el comienzo del otoño.

      Los árboles sin hojas
      la hierba seca, ya amarilla
      el sendero recubierto
      de espinas, y de ortigas.
Hay tristeza en el grito
tardío de los pájaros.
Parecen cansados y sin ganas
como si volaran en el agua
por eso yo me muevo
con prudencia, muy despacio.

Me asomo a un sitio secreto
pero ancho para la mirada
para las manos de los demás
para los brazos de todos
para el rostro extenso
milenario del mundo.


*

Es como si tuviera que volver a empezar
todo desde el principio, desde
los penosos primeros pasos.
Ahora lo sé y no espero nada más.
Sí, tendría que haberlo entendido
diez años atrás
pero tal vez no podía.
No obstante: más vale tarde que nunca,
se dice así, no es cierto?

Les voy a pedir que me ayuden
una asidua colaboración
para no aislarme de nuevo
no dividirme en tantas partes
en el espíritu y en el cuerpo.
Así también está bien
se puede vivir en silencio
cambiar de manera brusca
el método y la dirección
aspirar a un pensamiento calmo y puro.

Volverse más pequeños
para dormir en los nidos de los pájaros
más ágiles para treparse a los árboles
más livianos para tenderse en las ramas
para después podarlas y recoger los frutos.
Más delgados para pasar
entre las rejas de los portones.


 

 




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